The Lumineers (serie Hipsterfolk)
La historia de The Lumineers puede ser épica o simplemente sintomática del poder de modas y tendencias (y de quien las aprovecha y cómo) según el que la cuente. Como para las epopeyas ya están ellos y su disquera, voy a ser yo en este caso el abogado del diablo.
Wesley Schultz y Jeremiah Fraites son dos tíos que hace unos quince años andaban por los bares de la zona de Nueva York haciendo (dicen ellos, no yo, que lamentables) versiones de otros artistas y que, en un arrebato de supuestos pudor y genio, decidieron convertirse en artistas serios. Para ello se trasladaron a Denver, en el Lejano Oeste, y empezaron a probar fortuna con composiciones propias en las noches de micrófono abierto de la capital de Colorado. Fueron allí descubiertos, dejaron atrás como un estorbo a Jason “Jay” Van Dyke (que había tocado mucho con ellos y que luego los demandó por coautoría no satisfecha) y se fueron al Seattle a coger el rebufo del neofolk (o eso que estamos llamando “sonidos confortables para blanquitos woke”) y grabar allí su primer disco.
El resto de la historia es una sucesión de oportunidades bien aprovechadas: sus canciones han sonado en varias series (“Doctora en Alabama”, “The Walking Dead”), una franquicia cinematográfica de éxito global (“Los juegos del hambre); su primer largo estuvo nominado a los Grammy en dos o tres categorías, fueron teloneros de U2 en una gira de costa a costa y acabaron en esa lista de reproducción por la que todo artista progre anglosajón babea como un mastín napolitano, la del iPod de Barak Obama.
Una de las categorías en las que aspiraban al gramófono dorado de los Grammy era la de ‘mejor primer disco de americana” y esa es la gran mentira tras la que se esconden hace tres lustros Schultz y Fraites, porque lo que ellos hacen, disfrazado bajo capas de instrumentos acústicos y entonado todo con el sentimentalismo épico de un pionero, es un pop de lo más simple (y efectivo) que, en los años en que se lanzaron, podría haber pasado desapercibido (hay, no obstante, media docena de canciones notables) si no fuera por el envoltorio folkie; o que, en otro caso, estamos hablando de canciones que podrían haber aparecido en grabaciones de la Taylor Swift más popera, del Sam Smith de dentro del armario y hasta de One Direction; por no decir de Coldplay, la banda a la que, si sabes escuchar, más se parecen.