Fleet Foxes (serie Hipsterfolk)
En vista del (insospechado) éxito de la playlist de los muy hípsters Beirut del domingo pasado, me he venido arriba y he decidido hacer una pentalogía folkie-poppie-hipstérica y, aunque todavía no he asignado los puestos tercero, cuarto y quinto, tengo clarísimo que la segunda plaza de la serie tiene que ser para los muy intensitos FLEET FOXES.
De ellos se podrán decir muchas cosas (y muchas, muy ciertas), pero no se les podrá negar nunca la habilidad (¿instintiva?) para ver un nicho vacío en el mercado musical y aprovecharlo hasta el último rinconcillo.
La propuesta de Robin Pecnold y Skiler Skjelset es, por supuesto y como ellos dicen, deudora de Young y Dylan, pero igualmente por supuesto está también muy enfocada en la línea que va de los Everly Brothers a Simon & Garfunkel pasando por The Beach Boys, y siempre está consagrada a ofrecer ‘confort sonoro’ a través de composiciones amigables con ecos ancestrales y armonías vocales tan encantadoras como estudiadísimas.
Ellos llaman a su invento “baroque harmonic pop jams”, pero igualmente podríamos definir este producto de aura woke-progre como “melodías para la buena gente blanca”. O de la “gente de bien”, para que nos vayamos entendiendo.
Quiero por último (y ya os dejo en paz) hacerles justicia en un aspecto un tanto comprometido, porque no es extraño que a estas bandas neofolk de la última o penúltima hornada se les aparezca algún listillo (o listilla) con ganas de tacharlos de eso tan socorrido –y tan poco mestizo e integrador- de la ‘apropiación cultural’, por hacer ellos ‘música de campo’ sin ser de campo (en el caso de Pecnold y Skjelset, del mismo centro de Seattle); y es que de campo -lo que se dice de campo- eran Jerry Lee, Dolly Parton y alguno más, los demás, incluidos Dylan, The Band o los Credence, casi todos de pueblo grande o de ciudad, y muchos, pero muchos, de urbanización pija de las afueras.