Beirut (serie Hipsterfolk)
Todo el mundo tiene pecadillos musicales confesables (a los inconfesables ya les haré una lista algún día) y el mío es el pop de cámara: de los Beach Boys de ‘Pet Sounds’ a Sufjan Stevens, y de Tindersticks a Antony and the Johnsons. Me gustan a veces Belle & Sebastian, Flet Foxes, Rufus Wainwright o Andrew Bird (este casi siempre), me gustaban Vainica Doble, La Buena Vida y La Costa Brava y me encanta lo que hicieron el año pasado Los Estanques y Anni B Sweet.
Y cuando el ‘chamber pop’ se pone raruno y exótico (dentro de un orden) también me gusta, por eso me llamó tanto la atención ‘Gulag Orkestar’, el primer disco de Beirut de hace más de 15 años.
Zach Condon (Albuquerque, Nuevo México, 1986) es la cabeza y el corazón de este combo cambiable que produce un folk-pop acústico, orgánico y muchas veces épico, que resulta muy reconfortante, aunque es cierto que acaba siendo cansino y por eso conviene dosificarlo.
El concepto musical de Beirut nació en la cabeza de Condon en un viaje con su hermano por nuestra Europa cuando escuchó a las bandas de metales de la antigua Yugoslavia y se propuso emplear esa acústica sucia y excesiva para sostener canciones pop que, sin ella, quizá hubieran pasado desapercibidas. El resultado fue que, sin haberlo petado de verdad, ahí sigue Zach con su invento después de siete álbumes y varios EP’s, sin cambiar una corchea de su concepto original, tocando aquí y allá y viviendo tan ricamente.
Beirut es, además y por supuesto, la quintaesencia del ‘hipsterismo’: una banda mayoritariamente compuesta por gente blanca de clase media-alta, universitarios o con apariencia de serlo, intelectuales y sofisticados: élite del primer mundo bajo esa capa de camuflaje que allí llaman ‘liberal’ y aquí decimos progresista.