Sonido Filadelfia
Si el universo del soul tuviera uno alternativo en el de la repostería, los productos de Detroit o de Memphis serían deliciosas pastas de chocolate, mientras que Filadelfia nos ofrecería contundentes delicias de hojaldre cubiertas y rellenas de nata o crema pastelera.
En el panorama musical de principios de los años setenta, donde casi todo se estaba dejando resbalar por la cuesta abajo de la desmesura (la psicodelia, el rock progresivo, el glam, el sinfónico, el art-pop..) no era tampoco extraño que un sello, PIR (Philadelfia International Records), fundado por Kenny Gamble y Leon Huff y con el ingeniero Joe Tarsia en los fogones, decidiera empezar la casa por el tejado y casi su primer contrato fuera para una orquesta de treinta miembros, la MFSB (“Mother Father Sister Brother”), constituida en sala de máquinas y concepto e imagen de marca.
Las rígidas directrices estilísticas de Gamble (y su afilada manera de hacer negocios) y la necesaria participación de la MFSB en las grabaciones, daban muy poco margen a los artistas de la disquera para tratar de personalizar sus canciones y hasta su imagen, por lo que la mayoría de ellos optó por sumergirse dócilmente en la factoría sónica de PIR y por eso también son muy pocos los nombres de la lista de hoy que os sonarán tanto como los de (estas sí) estrellas de Motown o Stax, de los que sin problema podríais recitar una docena.
El Sonido Fladelfia o ‘Philly Sound’ o ‘Philly Soul’, antecedente directo de la música disco, basaba su identidad en arreglos orientados a orquestaciones majestuosas que metían vientos, cuerdas y coros como si los fueran a prohibir, y ofrecía también una temática y una interpretación apasionadas y viscerales (casi autoparódicas a nuestros ojos) de canciones con letras de asunto amoroso, entendido este como causa y consecuencia de todo el bien y todo el mal de este mundo.