A mayor gloria de Dios
¿Pero cómo no se me había ocurrido esto antes, por Dios (literalmente)? ¿Cómo es posible que, casi con 80 listas publicadas en domingo, día del Señor, no haya dedicado ni un solo día a la música religiosa, concretamente a la mejor música religiosa jamás hecha (porque lo de J.S. Bach es otro deporte)?
Y no solo es que sea la mejor música religiosa, es que es música medicinal: hay muy pocas manifestaciones artísticas que puedan transmitir de una forma tan efectiva la euforia de compartir un mismo sentimiento y pertenecer a una comunidad, eso que los creyentes buscan y gozan cuando lo encuentran: la comunión.
El góspel (del inglés “godspell”, ‘palabra de Dios’) nace del encuentro en Norteamérica de la religión cristiana europea y la costumbre de las comunidades de esclavos negros de celebrar sus lazos comunes con el canto y la danza. El estilo de coro más solista que se interpelan mutuamente se fija en los siglos XVIII y XIX y explota en el primer tercio del XX gracias a su difusión a través de los discos y la radio. Sin el góspel no se puede explicar el soul (pues es una desacralización de este, si no, que se lo pregunten a Marvin Gaye) y, sin soul, no se puede explicar el pop ni el funk ni la música disco ni el hip-hop ni, por supuesto, eso a lo que llaman r’n’b contemporáneo; de hecho, Beyoncé, sin ir más lejos, forma parte de la inmensísima nómina de artistas que aprendieron a cantar en el coro de una iglesia.
Bueno, pues se vienen dos listas. La primera es la obvia, con temas tradicionales y cantantes propios del género (empiezo con 01, no se puede ser más canónico) y la de la semana que viene es todo lo contrario, la de “¿a que no sabes quién ha cantado también música religiosa?”. Claro que el mundo anglosajón no tiene tantos problemas con el asunto como nosotros, que podemos ser religiosos y ferozmente antirreligiosos en los mismos cinco minutos.