Chamber Folk
Es muy curioso lo que ha pasado con la etiqueta ‘folk’: eso que en los años sesenta y setenta significaba pureza, esencialidad, fidelidad a las raíces y compromiso (aunque casi todo era una nube de trolas) pasó a partir de los ochenta (la década-lija) a ser sinónimo de caspa y postureo ridículo; hasta el punto de que cuando llegó el revival folk de los 2000 hubo que meterlo debajo del paraguas ‘indie’ (ignífugo, por cierto), que todo lo aguanta.
En pocas palabras (y aunque la primera canción de la lista lo desmienta), el ‘folk’ no fue sino una reacción purista de los músicos blancos (norteamericanos y europeos) contra la ola de sonidos africanos (del rhythm and blues a la disco music) que anegó las radios y las listas de éxitos populares a partir de los años cincuenta del siglo pasado. Músicos blancos, además, de extracción burguesa y educación universitaria, que, bajo distintos atuendos y disfraces, no estaban sino resistiendo al invasor y poniendo en valor un patrimonio cultural que sentían seriamente amenazado.
El caso es que el resultado (en general y visto por arriba) no estuvo mal, ni entonces (Cat Stevens, Françoise Hardy, Jim Croce, Al Stewart) ni ya en este siglo (Sufjan Stevens, Fleet Foxes) y el folk, o el folk de cámara, folk culto, falso folk, folk pijo o como queráis, nos ha dado y nos da canciones extraordinarias que siguen transmitiendo claridad, limpieza o inocencia -aunque surjan de complejos laboratorios sónicos- y consiguen confortar casi extrañamente nuestras mentes, atribuladas o tan frescas.
Así que aquí tenéis dieciséis canciones que más o menos definen esta etiqueta/tendencia y entre las que he querido entreverar tres enormísimos ejemplos de lo que significó esta corriente en la España de los primeros años 70.