“Betty Davis” (1973)
Demasiada mujer para América e incluso demasiado para Miles Davis, Betty Mabry (Carolina del Norte, 1945) tuvo una vida artística intensa, breve e injusta.
A los 16 años se marchó a Nueva York a estudiar moda, trabajó en un tienda y comenzó a frecuentar los clubs de música negra de la ciudad, allí conoció a los Chambers Brothers (con quienes grabó por primera vez), a Sly Stone y a Jimi Hendrix. En 1968, cuando ya trabajaba como modelo –salió en Ébano, Seventeen y Glamour– conoció a Miles Davis (él con 42 años entonces) y se casaron. El matrimonio duró un año, quizá por infidelidades de Betty (siempre negadas por ella) o, más simplemente, como reconoció el propio Miles:
“Betty was too young and wild for the things I expected from a woman…Betty was a free spirit, she was raunchy and all that kind of shit.”
O sea: joven y salvaje, libre, liberada y toda esa mierda. De la unión, aunque sorprenda, el que recibió más provecho fue el mayor: del armario a las gafas, de las portadas de los discos a la esencia de los temas, Betty dejó en Miles una influencia que puede rastrearse sin problemas en discos como In A Silent Way o Bitches Brew, aquel “engendro” electrificado de 1970, donde se advierte el tiempo que el trompetista dedicó a escuchar a James Brown, a Jimi Hendrix o a Sly & The Family Stone.
Libre de Davis, Betty volvió a su carrera como modelo, pero decidida a iniciarse en la música no tardó en mover contactos, reunir parte de las bandas de Santana y de Sly Stone, a las Pointer Sisters para los coros y grabar en 1973 un disco titulado con su propio nombre. ‘Betty Davis’ es una joya hoy, pero fue demasiado para la América de Nixon. Arropada en temas de impresionante y contundente Rhythm & Blues & Funk, Betty se presentaba, ahora para todo el mundo, joven y salvaje, libre, liberada y toda esa mierda, y no pudo ser: la mujer entera, sexualmente activa, casi depredadora, cuyo papel representan ahora hasta las divas adolescentes, fue una figura escandalosa hasta para “su” gente de color; boicotearon tiendas, radios y conciertos y el disco nunca llegó adonde se merecía. Betty lo volvió a intentar en 1974, más moderada, con They Say I’m Different, que no se vendió mal, y en 1975 con Nasty Gal, y luego desapareció. En 1979 grabó otro disco (Crashin’ From Passion), que su discográfica metió en un cajón y no sacó hasta 1996, sin repercusión y hasta sin morbo.
Betty Davis murió en febrero de 2022 a los 78 años en Homestead, Pennsylvania, donde había vivido las últimas décadas
La entrada original fue publicada en “Atados a un poleo” el 4 de marzo de 2010