Cécile McLorin Salvant: “Melousine” (2023)
Melousine o Melusina es un lamia (cuerpo de mujer, cola de serpiente) protagonista de una leyenda medieval que se nos antoja una versión chunga de La Sirenita; y esta tremenda historia de monstruos transformados por amor y luego traicionados, de fatalidad y de maternidad rota, es el guion que ha seguido la norteamericana Cécile McLorin Salvant -mitad francesa, mitad criolla haitiana- para recorrer el camino que la aleja del jazz canónico y le abre tantas posibilidades como ella quiera aceptar.
Como Rosalía (y digo Rosalía porque ella la nombra), Melousine y Cécile “se transforman” y como Rosalía (mira, otra vez) en El Mal Querer, Cécile se sumerge en una historia muy vieja para intentar hacer algo muy distinto de lo que venía haciendo (este es su séptimo largo) y lograrlo con todo-todo lo que tiene a su alcance y hacerlo además muy bien.
La “transformación” a la que aludía se produce mientras el disco discurre. Este arranca de una forma más o menos convencional, dentro de los parámetros del jazz, aunque también de la “chanson”, con la cantante interpretando las canciones en francés (aunque también entrevera inglés, occitano y criollo), y, pasada la mitad, una vez consumada en la historia que se nos cuenta la traición a la lamia por su presunto enamorado, el disco se abre, “se transforma”, dejando entrar danzas africanas, compases haitianos, electrónica vintage, música barroca, ópera…, todo eso echado al caldero sin dejar de ser jazz y “chanson” y sin salirse del cuento, haciendo con esos mimbres versiones de temas trovadorescos de los siglos XI y XIV y -casi lo más importante- permitiendo que todo fluya y sea tan asombroso como reconfortante y agradable.