«No me llame Ternera» (J. Évole y M. Sánchez, 2023. Netflix)

No es desde luego la operación de blanqueamiento progre que denunciaron los que no vieron el documental/entrevista y me temo que siguen sin verlo, porque pocas veces tendremos el privilegio de presenciar cómo un sujeto tan infame como Josu Urrutikoetxea se retrata tan bien y tan a fondo.
Son tales la simpleza, estulticia, cinismo y velada brutalidad exhibidas por «Ternera» en la entrevista, que lo que cabe es preguntarse -no sin cierto asombro- por la motivación del terrorista (son varias las decenas de asesinatos cometidos por ETA bajo su mando) para someterse a la contenida pero implacable batería de preguntas de Évole.
Porque, si lo ha hecho para reivindicarse como «gudari», mal le ha ido: es evidente que apenas sí muestra -como correspondería en su depravado esquema moral- orgullo de soldado entre una selva de medias verdades y muy torpes y al menos desleales exculpaciones.
Si, por otro lado, su razón ha sido lavar (algo) la propia imagen ante su eventual extradición a España por parte de Francia, tampoco le ha salido bien, porque es cabalmente incapaz tanto de soltarse la culpa («la mochila») como de mostrarse como «hombre de paz» (si acaso como un táctico de las ventajas -para él- de que esta se haya impuesto) y sí en cambio y casi todo el rato como un lobo enjaulado.
Así que finalmente solo se me ocurre como explicación un acto de trilerismo por parte del periodista (algo así como «Tranqui, Josu, que vas a quedar bien») o que alguien haya puesto un cheque sobre la mesa de alguien.
Con todo, ya digo, esto hay que verlo, porque es una oportunidad única de ver a un ser tan sin entrañas tan desnudo que a su vez desnuda -evidentemente sin proponérselo- toda la historia del independentismo radical vasco desde su fundación hace 65 años.